Gradiva es esquiva, viene y va, a veces tarda poco en volver, otras veces demasiado; en algunas ocasiones se queda conmigo varios días, incluso meses, nunca más que eso; en otras ocasiones, la mayoría, es tan solo un rayo de luna fugaz que al intentar alcanzarlo se convierte en
Para mí esa idea es como una perla negra, algo valioso, pues es fruto de un instante rezagado que hay que pillar al vuelo sin detenerse a pensar, por puro instinto. Escribir en estos momentos es como parir pero sin dolor, todo lo contrario...
Tu más profundo subconsciente, aquel que ni siquiera sabías que pudieras tener, se vacía en el folio en blanco, se transforma en palabras y las palabras en oraciones, tan rápido que no te das ni cuenta, esas oraciones follan entre sí delante de tus ojos sin pudor, sin que puedas hacer nada, sin poder participar, solo mirar los suaves movimientos de las consonantes penetrando, obscenas, a las vocales.
Las manos se detienen, como con un espasmo, y tus ojos se cuelgan de los restos de aquella orgía verbal, aún tiemblas y sientes ese sudor frío que desde el principio ha estado ahí pero que solo ahora adviertes; te hace volver a la realidad, te saca de la ensoñación con cada cruel castañeo de dientes.
Entonces te das cuenta de que tienes frío, de que sólo tienes frío, que en tu cabeza no hay nada más, que toda la presión que hacía bullir el mundo de las ideas ha desaparecido, se ha disipado, desintegrado, ya no está, como si nunca hubiera existido... Solo encuentras paz y calma si exploras la materia gris, como un lago lleno de ondas concéntricas de las que solo quedan ya las últimas fuerzas. Una sensación de equilibrio inefable, en pura sintonía con el universo.
Y de repente recuerdas que estabas haciendo algo con las manos, y recuerdas el folio, que estaba en blanco, pero ahora al mirarlo... está lleno de sangre. Lo lees para intentar limpiarla, tantas veces como sea necesario, sabes que es el fruto de tu vientre pero aún así te parece extraño... ¿cómo algo así ha podido salir de tus entrañas?, ¿cómo es posible no haberte dado cuenta antes de que llevabas una carga tan pesada?, ¿qué hacer ahora que has mirado por fin a los ojos de tus vísceras?
Tu única opción es cuidar a la criatura que acabas de parir, sea como sea, al fin y al cabo está indefensa, incompleta, depende de ti para sobrevivir... y ahora tú de ella. Por eso, cada vez que llore en la oscuridad, perseguirás una y otra vez ese maldito rayo de luna para llegar hasta ella y poder consolarla, para poder consolarte... porque ya no concibes el mundo sin sus ojos, sin saber cómo será en un futuro, cómo crecerá, qué llegará a hacer en la vida. Aunque te duela y decepcione la seguirás cuidando, incansable, y la dejarás ir cuando toque y la volverás a recibir en aquellas extrañas ocasiones en las que quiera visitarte...
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